Cantatas y suites con María Eugenia Guerrero y el ensamble Ars Musicum.
Nacido en la época colonial, el compositor mexicano
Manuel de Zumaya no habría imaginado que
tres siglos después seguiría considerado como uno de los grandes compositores
de esa época y que en Mérida un ensamble de músicos de varios países le
rendirían homenaje permanente al incluir sus presentaciones obras de este
autor.
El barroco enamoró a De Zumaya y también es el género
preferido de Ars Musicum Mérida, una orquesta de cámara de 15 integrantes, casi
todos ellos miembros de la Orquesta Sinfónica de Yucatán.
La noche del jueves ofrecieron junto con la mezzosoprano
venezolana María Eugenia Guerrero Rada un concierto en un salón del
museo regional de antropología Palacio Cantón. Esta presentación fue parte de
las actividades culturales que organiza esa institución del INAH.
El programa tuvo dos partes. En la primera de ellas el
conjunto y la artista presentaron dos cantatas de Manuel de Zumaya, ambas son
escuchadas con frecuencia en las salas de concierto de ese tipo. Una de ellas
es breve, “Como aunque culpa”, compuesta de un recitativo y un aria, y la otra,
“Si ya aquella nave” es más extensa, consta de preludio, recitativo, aria,
recitativo, de nuevo aria y concluye con otro recitativo.
En esas interpretaciones la maestra Guerrero Rada,
establecida en Mérida, promotora de la ópera y profesora de nuevas generaciones
de ese género, exhibió las cualidades de su voz y el resultado de sus estudios
en esa materia.
En la segunda parte el ensamble ofreció tres
interpretaciones, todas ellas de varios movimientos y con partituras de un compositor italiano,
un británico y un alemán, todos ellos del barroco.
De Pietro Locatelli ofrecieron la sinfonía fúnebre de
seis movimientos. Del inglés Henry Pourcell trajeron la suite Abdelazer, de
nueve movimientos, y Heinrich Ignaz Franz von Biber, su Battalia á 9. Esta última es una pieza
que los especialistas reconocen porque contiene una sección humorística con contrapuntos
muy disonantes que hacen creer al público que de pronto los músicos desafinaron
o que cada uno marcha por camino distinto.
Ese programa confirma la tendencia de Ars Musicum de
incluir en sus actuaciones piezas barrocas poco conocidas a fin de darles
difusión.
El concierto de esa noche se realizó en una sección del
museo que si bien se presta a disfrutar de la música de cámara porque permite
apreciar la pureza de las cuerdas resulta incómodo porque carece de clima
artificial. Los músicos sufrieron esa dificultad adicional, terminaron con la
ropa empapada de sudor. La mezzosoprano también padeció esa irritante molestia.
El salón tiene cupo para unas 100 personas, todos los
espacios se llenaron. La presentación comenzó puntual, algo a lo que no estamos
acostumbrados los yucatecos. Unas 20 personas retrasadas esperaron afuera a que
hubiera un intermedio para ingresar a la sala. (Mérida Cultura).
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