miércoles, 22 de octubre de 2014

Energía y nostalgia en un concierto



 

El grupo canadiense Brass Transit condujo al público a los años 70.

 
Después de volar 14 horas desde Canadá, en tres etapas por sus escalas en Estados Unidos y la ciudad de México para llegar aquí, los ocho integrantes del grupo musical Brass Transit pisaron el escenario del teatro Peón Contreras para presentar su repertorio característico de piezas de los años 70 que fueron popularizadas por el conjunto estadounidense Chicago y que generaron revuelo mundial en ese tiempo.

La población juvenil de aquella época cantaba esas melodías en la casa, la escuela y los bares, las bailaban en las discotecas y fiestas estudiantiles. Se vendieron millares de copias de esos discos y les dieron el Grammy a sus autores. Parte de esas piezas tienen el romanticismo del jazz y el blues, y otras suenan con la energía contagiosa del rock que antecedió a la llamada música disco.

Una característica de esas interpretaciones es su acompañamiento con instrumentos de metal (trompeta, sax y trombón) que les dan un sonidos especial. En otros casos resaltan la batería y la guitarra eléctrica con su acústica rockera. 


Saturday in the park (Sábado en e parque), If you leave now (Si me dejas ahora) , Call on me (Llámame) , Inspiration (Inspiración) y Hard to say (Dfícil de decir) fueron parte del repertorio ofrecido en esa actuación del miércoles por la noche, con un teatro casi lleno a pesar del mal tiempo. Fue un público adulto que acudió a recordar tiempos juveniles.

Los integrantes de Brass Transit, todos ellos cincuentones, dialogaron con el público en inglés, agradecieron el trato amable de la gente, hablaron de sus peripecias en el avión para llegar a esta tierra e indicaron que esta es su primera presentación en México pero esperaban regresar. La única palabra que pronunciaron en español fue “¡Hola!”.

Esa calidez y comunicación que lograron con los meridanos que acudieron a escucharlos hizo a varios de ellos bajar del escenario y mezclarse con el público en una de las interpretaciones.  

Ese diálogo se dio principalmente por medio del cantante Neil Donell, un larguirucho artista con estampa de cowboy, y del guitarrista Bob McAlpine, un pelirrojo que escribe columnas sobre música en revistas especializadas del ramo. Este ultimo desvió el concierto hacia un ramal de enérgico rock en algunas melodías en las que puso a vibrar las cuerdas con la guitarra eléctrica. 

Los otros integrantes de esa banda son el bajista Jay Speziale, al cual se le asignó la segunda voz pero también interpreta una melodía;  el baterista Paul Delong, quien tuvo una larga y solitaria ejecución con las percusiones, al más puro estilo rockquero, y el casi anónimo Don Breithaupt, en el piano, el órgano electrónico y coros.

En los metales están Tonny Carlucci, quien a los nueve años sopló una trompeta bajo la guía de su padre, también músico y trompetista. También  Doug Gibson, nacido en Toronto, trombonista de los 12 años de edad e integrante de grupos que acompañaron a Barry Manilow, Natalie Cole y Aretha Franklin, y, finalmente, Phil Poppa, clarinetista en su adolescencia pero después optó por el saxofón.
 
A estos ocho canadienses no los unió el destino sino la admiración que comparten todos hacia el grupo Chicago y la forma como estos fusionaron el jazz, el blues y el rock desde su surgimiento en 1967. 
En sus conciertos traen recuerdos de la época dorada de ese conjunto estadounidense, una época que también fue de oro para muchos de los que esa noche estuvieron en el concierto de Brass Transit. (Mérida Cultura)

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