Amena, interesante muestra de fusión musical.
¿Cómo suena el jazz hecho en Yucatán? La respuesta la dio anoche el conjunto
musical Mayab Jazz en aplaudido concierto que ofreció a partir de las 9 de la
noche en el teatro Daniel Ayala ante un sector de la comunidad local
–cada vez más numerosa– de seguidores de ese género.
Ese grupo, que dirige René Monte Rosa,
ofreció un programa de jazz bonito, con melodías hechas en casa, sabrosas como
el frijol con puerco, acariciantes como las tibias tardes en las playas
yucatecas o animosas como una jarana bien bailada.
Para que no quedara duda de que es un
repertorio local y que la fuente de inspiración son las tradiciones y
atractivos de esta tierra, los nombres de cada melodía ofrecida hacen referencia
a ellos: “Agua de cenotes”, “Mérida en
domingo”, “Yucalpetén”, “Celestún”, “Por las albarradas”…
Esa fusión de armonías y usanzas quedó más
que manifiesta en la pieza “Entre jacarandas y flamboyanes”, compuesta con
ritmo de seis octavos, típico de la jarana yucateca.
Una de las interpretaciones lleva el nombre
del grupo, “Mayab Jazz”. En ella convergen estilos de grandes músicos
estadounidenses de ese género pero cobijados con elementos locales, para no
salirse de la línea que caracteriza a ese grupo musical que es enlazar la
estructura armónica vernácula con las variantes jazzísticas de smoth, bossa y
latino.
Todas esas composiciones son de la autoría de
Monte Rosa, quien condujo desde el piano esa velada y al conjunto de artistas
que lo acompañó, todos ellos jóvenes, con excepción de Pepe Ballote, veterano
saxofonista que fue el elemento central en las ejecuciones e improvisaciones
típicas del jazz.
“Pepe” Ballote, tiene 50 años de carrera, es
un personaje de la escena musical, ha hecho aportaciones al mundo del jazz. Fue
uno de los músicos que tocaron en la recepción privada que se ofreció en el
Palacio Cantón al presidente Bill Clinton y la esposa de este, Hillary Clinton,
cuando visitaron Yucatán. El último disco que ha grabado
este saxofonista se titula “Feel so good”, fue
presentado en 2012, durante un homenaje a ese artista.
En la guitarra, también con interpretaciones
solistas, estuvo Armando Martín. Por su parte, Hugo Aguilar tuvo la encomienda
del bajo para marcar con seguridad la frontera del sonido grave, y a Misael
Manrique le tocó concentrarse en usar la batería para sostener el sonido de los
demás ejecutantes.
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