El artista portugués se presentó en medio de fallas de organización del evento.
Un descompuesto espectáculo resultó la
primera de las dos presentaciones que el cantante portugués Camané hizo en esta
capital el sábado pasado como parte del Mérida Fest 2015.
El desangelado concierto no fue
responsabilidad del artista, quien, como acostumbra en sus actuaciones, se
esforzó junto con sus tres músicos que lo acompañaron por transmitir los
hondos sentimientos que caracterizan al género fado. Además ofreció un amplio
repertorio de canciones que interpretó sin pausa una por una.
Los problemas con esa presentación se
debieron a fallas de los organizadores, las cuales ahuyentaron a gran parte del público e impidieron que
quienes permanecieron ahí lo disfrutaran más.
Esa actividad se realizó en la Plaza Grande,
en una tarima ubicada frente a la Catedral, estaba programada para las 21:30 horas. En la Plaza Grande hubo esa misma noche tres espectáculos más, uno de
ellos fue de danza flamenca, se ofreció después de que Camené
dejó el escenario.
A pesar de que la presentación del cantante
extranjero estuvo considerada como una de los principales actividades del
Mérida Fest 2015, los organizadores del concierto indirectamente dieron a
entender que no esperaban mucho éxito al respecto, la respuesta de la
gente sería escasa ante la calidad del visitante. O quizá consideraron que la difusión del evento fue insuficiente y por ello
no habría mucho público. Entonces sólo instalaron unas 200 sillas frente a la
tarima.
Cualquier artista que venga de tan lejos se
sentiría afligido si viera tan pobre expectativa de público. El colmo fue que parte de
los que ocuparon esos pocos asientos acudieron atraídos por el grupo de
flamenco anunciado en ese mismo sitio, no por la presentación de Camané.
Los
meridanos y turistas que no alcanzaron silla ocuparon el pretil de la Plaza
Grande o permanecieron de pie esperando el comienzo de la presentación.
Otro momento incómodo para el portugués fue
cuando sus músicos subieron a realizar pruebas con el equipo de sonido, el cual
tuvo fallas. En cantante también subió para hacer lo mismo. Se le vio enojado
porque no se corregían las anomalías a pesar de sus peticiones insistentes para que los encargados de micrófonos y bocinas hicieran algo al respecto.
Entonces
se dio vuelta y abandonó la tarima, seguido de sus músicos que se llevaron
incluso los estuches de sus instrumentos. Todo esto se vio en las dos pantallas
instaladas a los costados del escenario para transmitir imágenes del espectáculo.
Un locutor subió a escena para indicar al
público que se arreglarían las fallas y anunció la primera llamada para el
comienzo de la presentación. Mientras esta iniciaba llegó una ola de personas,
entre ellos turistas, provenientes de la función sabatina que se realiza frente
a la Casa de Montejo. Parte de ese público ocupó gradas metálicas instaladas,
contra toda lógica, ¡detrás del escenario! El resto permaneció de pie, tapando
a quienes ocupaban el pretil.
Informado del problema, el director de
Cultura, Irving Berlín, ordenó enviar más sillas. Pero la instrucción se
cumplió a medias. Del lado sur del escenario llegaron unos 100 asientos más,
insuficientes para la demanda. La gente las arrebató. Del lado norte no hubo
sillas extra, muchos seguían de pie, entre ellos un grupo que llevó una bandera
portuguesa y que agitó durante la gala ofrecida por Camané.
Para colmo, parte de las sillas están viejas
o rotas. Una dama se fue al piso al sentarse en una de ellas.
Muchos de los que permanecían parados son gente mayor que se retiró. Otros más fueron abandonando
la función durante el espectáculo. Para mayor desolación de los artistas, parte de estos son los que se arrebataron
las sillas, las dejaron vacías. También
se vaciaron las gradas.
Quizá una razón de lo anterior es que el
maestro de ceremonias del evento no presentó adecuadamente a Camané. Hubiera
sido atinado dar al público datos personales y de la trayectoria del invitado,
y exponer aspectos del género fado.
Tampoco hubo explicaciones introductorias a
cada pieza interpretada para disfrutarlas plenamente, pues son cantadas en
portugués. Deseable hubiera sido además presentar a los músicos que acompañaron
al cantante con viola, guitarra y contrabajo.
Camané cumplió con su repertorio de bellas
canciones portuguesas, románticas unas, melancólicas la mayoría. No fue
necesario entender la letra de cada una de ellas, la voz transmitió el
desgarramiento, la nostalgia y angustia que les dieron origen. Los aplausos del
público lograron que la función incluyera un número extra. (Mérida Cultura).
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