sábado, 26 de octubre de 2013

EL ENSAYO DE UN MAESTRO.


Armando Manzanero muestra su talento, su humor y camaradería.

Armando Manzanero y el director de orquesta
Rodrigo Macías.
 
 
Durante un ensayo con la Orquesta Sinfónica de Yucatán el músico, compositor y cantante Armando Manzanero Canché  mostró rasgos de su personalidad que son difícil de apreciar en el escenario de teatros, auditorios, programas de televisión y otros foros más donde se reclama su presencia.

El artista yucateco con su hija María Elena, cuando se
dirigían al ensayo en el teatro José Peón Contreras. 
En esa práctica efectuada el viernes 25 en el teatro José Peón Contreras el maestro exhibió sus talentos con el piano, la composición y el arreglo orquestal. En un diálogo con el director invitado, Rodrigo Macías, expuso compases que él desea resaltar en sus canciones, los momentos en que el teclado tendrá primacía sobre la orquesta y, al revés, las etapas en que las distintas secciones de músicos toman el lugar protagónico para crear pasajes melódicos que acentúan la emotividad característica de las letras del artista yucateco.

Manzanero estará acompañado de esa presentación, este domingo 27 en el centro de convenciones, de la cantante yucateca María Medina Hadad, quien también acudió a ese ensayo. Ellos dos y la Sinfónica de Yucatán repasaron la letra y sonidos de viejas canciones como “Esta tarde vi llover”, “Somos novios” y “Te extraño” y otras piezas más que cobraron popularidad recientemente, entre ellas “Por debajo de la mesa” y “Ahora que te vas”.
Manzanero, el piano y la orquesta Sinfónica de Yucatán.

Sentado en el piano Manzanero da una señala al director y este a su vez ordena a la orquesta: “Vamos, atacamos el compás 17, sin introducción…” Y los 63 integrantes de la OSY ejecutan un fragmento de “Te extraño” para después someterlo al examen de su autor para ver si este quedó satisfecho. Don Armando lo aprueba y voltea hacia las butacas, donde aguarda su turno María Medina conversando con María Elena Manzanero, hija del compositor.

La cantante María Medina con la hija de Manzanero.
“¿Esta pieza la quieres cantar tú, María?” –le pregunta a la cantante. “Como tú quieras”, le responde ella, al tiempo que se levanta de su asiento, se dirige al escenario, toma el micrófono y se  coloca junto al piano. “¿La cantas en Fa o en Mi?”, la interroga de nuevo el maestro.

El director de la orquesta también tiene dudas.

“¿Cuál ensayamos primero? ¿Por debajo de la mesa o Te extraño?”, pregunta a Manzanero.

“La que quieras”, le responde aquel.

“Y en qué orden las vamos a presentar?”, insiste.

“Después te digo, primero ensayemos”, le contesta.

El músico y letrista yucateco se muestra consciente de que su voz tiene limitantes para interpretar sus propias canciones, y pide comprensión a los integrantes de la orquesta. “Vivo de cantar, pero no canto”, bromea. Más adelante, cuando ensayan “Somos novios”,  lanza otro comentario chusco sobre el tenor Plácido Domingo, quien ha interpretado esa canción.

Ante el acaloramiento que todos sienten por los reflectores y la ejecución constante con los instrumentos, Manzanero lanza otra chanza: “Yucatán es un lugar con clima frío, pero no se siente por tanto calor”.

El ensayo se realizó al mediodía. Y debido a que se acercaba la hora de la comida Manzanero pregunta a los músicos y al director si ya almorzaron. Estos dicen que no y entonces el maestro los invita a todos a un restaurante cercano al teatro. “¿Cuántos son ustedes?”, les pregunta, y el director responde, “Somos 60”. Pero una voz en las butacas corrige la cifra: 63. Entonces Manzanero se dirige a un auxiliar suyo y le ordena reservar en el restaurante lugares para 63 personas.

El artista yucateco ensayó vestido con un suéter rojo, el cual dejó ver al despojarse de un saco azul oscuro y un sobrero de fieltro del mismo color que vestía al llegar al teatro.  

Quizá la mayor sorpresa para los músicos y los afortunados que vieron ese ensayo no fue el suéter rojo ni conocer la vena humorística y constatar las habilidades musicales del artista sino la relación que este guarda con su tierra a pesar del tiempo que pasó lejos de ella. Armando Manzanero cantó en maya un fragmento de “Te extraño”.

“¿Qué falta ahora?”, le pregunta el director. Y el maestro Manzanero le responde: “Lo que falta es la cerveza, ¡Vámonos!”, y da por terminada esa práctica.   


 
 
 

 

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