Con aplaudido maratón terminó el Festival de Danza Folklórica Yucatán.
Asistir a los espectáculos de danza
folklórica es participar de una fiesta de luz y color que remueve en el alma
las raíces nacionalistas y nos recuerda que los pueblos que forman la
patria mexicana tuvieron su propia concepción del mundo y un modo distinto de
ver la vida.
Esa variedad musical y coreográfica de las
danzas étnicas nos reiteran que nuestra riqueza como pueblo radica en esa
pluralidad alegre como las cintas de los trajes regionales y que no debemos
cambiarla por la homogenización contemporánea que recorre el planeta para
colonizarlo.
Esas reflexiones vinieron a nuestra mente el
pasado domingo 27 durante el maratón con el que siete agrupaciones artísticas
clausuraron en el teatro Peón Contreras el Primer Festival Yucatán de Danza
Folklórica, una iniciativa del profesor Samuel Espinosa Pat, director de la
compañía Kaambal. Fue realizada con el aval del Consejo Internacional de
Organizaciones de Festivales de Folklore y Artes Tradicionales y un tibio apoyo de
la Sedeculta.
En ese festival, que comenzó el viernes
pasado, resaltaron las presencias del Ballet Folklórico Juvenil de Veracruz y
la Compañía Folklórica Magisterial de Hidalgo, quienes trajeron a numerosos
contingentes, incluyendo a músicos, lo cual los hizo destacar mucho más.
Yucatán pudo haber hecho un esfuerzo similar, sobre todo por la facilidad de
ser sede y tener a la mano esos recursos.
También participaron cinco agrupaciones
estatales presentando estampas del interior de la República y una escenificación de los juegos
tradicionales a cargo de niños de la Compañía Infantil de Danza Folklórica
Kaambal.
Como parte del repertorio se representó el modo en que se realizaban, o todavía se
realizan, las bodas autóctonas. En una de ellas se escuchan los consejos que
los padres daban a la desposada, instándola a ser virtuosa. Para el varón no
hay consejos ni recomendaciones ni obligaciones, lo cual muestra la visión
hegemónica masculina que predominó -y todavía predomina- en la población indígena.
Una de las danzas ofrecidas resulta
desgarradora por la imagen que muestra del indígena oprimido, siempre mirando
al suelo, tímido, empobrecido y explotado en lo material y lo espiritual.
La presencia juvenil en los cuerpos de baile
que se presentaron el domingo se reflejó en la energía y entusiasmo de las
actuaciones. El zapateo fue vibrante, las coreografías contagiosas.
Por la falta de programas de manos no fue
posible tener información sobre las estampas presentadas. Esto se remedió en
parte con explicaciones dadas por medio del equipo de sonido del teatro antes
de la intervención de cada compañía de baile.
Además de Kaambal y los grupos de Veracruz e
Hidalgo participaron en ese festival el Ballet Folklórico Lol Ixi’im, dirigido
por Wilfrido Ojeda y con un premio nacional en su palmarés a pesar de ser un
grupo joven pues fue fundado en 2001.
También el Ballet Folklórico Nuevo Sol,
agrupación meridana con 20 años de trayectoria, guiada por María Palma Álvarez.
Finalmente está el Ballet Folklórico Zacil-Ha, compañía de Victoria Ceballos
Ruiz que ha sobresalido en los Encuentros Nacionales de Arte y Cultura que
organiza la Dirección General de Educación Tecnológica Industrial.
El director del Festival, profesor Espinosa
Pat, prometió organizarlo de nuevo el próximo año. Seguramente será otro
acontecimiento artístico de esta capital. (Mérida Cultura)
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