Jóvenes promueven su cultura milenaria con modernos ritmos extranjeros.
Pisté es un pequeño poblado de Yucatán donde descansa
Chichén Itzá, zona arqueológica visitada por miles de turistas, símbolo de la
cultura maya y considerada una de las siete maravillas modernas.
Expuestos a la influencia de esos visitantes y la
globalización, los pobladores mayahablantes de ese lugar dejan paulatinamente
sus orígenes, se occidentalizan, abandonan su lengua nativa y relegan sus
tradiciones ancestrales.
Esta transformación ocurre más en los jóvenes, quienes
toman ese camino huyendo de la discriminación y marginación económica que
sufren por su condición indígena. Esos muchachos escuchan música en inglés. Sus ídolos son estrellas
estadounidenses del hip-hop, reggae, rap y reguetón, ritmos contemporáneos
alejados de la milenaria civilización que construyó Chichén Itzá.
Esto
escandaliza a los padres y abuelos de esos jóvenes, los cuales asocian esas
melodías con alcoholismo, drogas y pandillerismo. Por ello, el pueblo se alarmó cuando cuatro jovencitos de la
comunidad formaron una banda para interpretar hip-hop y reggae y anunciaron que recorrerían poblaciones
aledañas haciendo presentaciones.
Ese rechazo de los adultos y ancianos no
mermó ni cuando aquellos precisaron que cantarían en maya. “Pierden el tiempo,
acabarán mal: en drogas y delincuencia”, les advirtieron con insistencia.
Ropa blanca y descalzos.
Transcurridos cuatro años de esa decisión, familiares y amigos de los zagales cambiaron de opinión,
incluso ahora se expresan con orgullo de ellos.
El día que estos debutaron ante
la comunidad incluyeron un ritual maya, lo cual les abrió un canal de
aceptación en la población. Además, los cuatro cantantes no sólo se expresan en
maya sino que andan descalzos y visten con sombrero y el albo traje regional
yucateco para redondear la imagen que quieren transmitir.
Ahora estos novatos artistas son parte del baluarte de
quienes luchan contra amenazas a la cultura precolombina. Ya ganaron un
concurso estatal de expresiones musicales en lengua maya.
Hay quienes no ven las cosas así, consideran que la inclinación
hacia la música extranjera que manifiestan jóvenes de las etnias son otra
derrota de las tradiciones prehispánicas. Pero un sector de la población opina
lo contrario.
Los cuatro muchachos son Carlos Manuel Hoil Noh (Karel 22), Luis Enrique Aké Canul (Licho Lui), Jesús Alejandro Tun Cajum
(Chicles) y Miguel Angel Yam Cimé (Mike). Eligieron el nombre artístico de
“Ich-Naah”.
Son autodidactas en el canto, sólo dos de ellos tienen
antecedentes musicales en la familia. Para elaborar sus canciones toman de
internet melodías elaboradas por otros jóvenes y les agregan la letra.
El conjunto ha realizado unas 30 presentaciones en Mérida y los municipios de Izamal, Cansahcab, Telchac Puerto, Peto,
Yaxcucul, Seyé, Chemay, Valladolid, Tinum y otros más.
Su intención, recalcan, es proclamar con su indumentaria y
canciones el valor de la cultura maya. “Queremos salvarla, se está
perdiendo”.
Paradoja: aceptación extranjera, rechazo local.
El esfuerzo de este cuarteto es un barco de papel que navega contra la
corriente de la trasculturización. Pero no es el único navío, hay otros más. En
varias regiones de la Península de Yucatán surgieron otros jóvenes que hacen
algo similar: interpretan rap, reggae, hip-hop y reguetón en lengua maya.
Las letras de las canciones del grupo “Ich-Naah” abordan
tradiciones, costumbres y problemas cotidianos de la población rural. Y todas
están relacionadas con un mensaje central a sus oyentes: valora la lengua maya,
expresa tu orgullo por ella.
Incluso elaboraron una pieza donde cuestionan a la
sociedad yucateca: esta se aleja de la cultura precolombina mientras que los
extranjeros se muestran más receptivos hacia ella.
“Deseamos que en el extranjero se escuche música en maya y
se valore a nuestra cultura”, expresan estos cantantes. “Pero el verdadero reto
no es este sino lograr que sean los yucatecos quienes abracen el espíritu de
nuestra tierra”.
Los cuatro jóvenes son testimonio del retroceso de la lengua
maya, sólo uno de ellos la aprendió como primera lengua. La razón de esto es un
fenómeno común en la zona rural: ante la discriminación y las necesidades
económicas, las familias prefieren que
sus hijos hablen español porque consideran que esto les permitirá ser
más aceptados, adaptarse mejor al colegio y colocarse en el mundo laboral.
En los hogares indígenas no sólo se oculta el idioma materno
sino también otras expresiones indígenas como el vestuario. Esto lo constatan
los integrantes de “Ich-Naah”. Es común
que ellos generen asombro por su vestimenta típica y pies descalzos.
Hace unos
días realizaron un experimento: abordaron autobuses a distintas poblaciones y
grabaron con una cámara las reacciones de la gente al verlos vestidos de ese
modo.
A este y otros grupos de soñadores se les aplaude su notable
propósito, en particular porque en este tiempo pareciera que está en extinción
el idealismo que caracteriza a la juventud. Es deseable que mantengan por mucho
tiempo su propósito: “Queremos ser como un golpe que despierte a la sociedad”. (Mérida Cultura)
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