viernes, 21 de febrero de 2025

Murió apreciado músico ruso radicado en Yucatán

 

El músico Stanislav Grubnik nació en la nieve de la entonces Unión Soviética, en la muy cultural Leningrado, belleza urbana del golfo de Finlandia, muy lejana de Moscú y que durante dos siglos fue capital imperial para después, en el inicio de los años 90, adoptar el nombre de San Petersburgo.
La cuna de Stanislav se meció en años posteriores a la celebración nacionalista soviética por haber colocado a un hombre en el espacio, pero también se sacudió por el reciente derrocamiento de Nikita Jrushchov, ese campesino aburrido y de fácil insulto pero autor del deshielo y e iniciador del giro cultural, político y económico que acercó la URSS al resto del mundo y al cual puso a temblar con la crisis de los misiles cubanos.
Desde los seis años de edad Stanislav fue prisionero de la música, se formó en el conservatorio de su ciudad y eligió como amor definitivo a un obeso armatoste, el contrabajo, el instrumento más grande de la familia de cuerdas. Es un gigante al que basta ponerle motor y ruedas para convertirlo en coche. Es más difícil cargarlo que aprender a tocarlo.
En el año 2000 Stanislav ya había concluido su formación profesional y era parte de importantes orquestas. Su calidad lo internacionalizó, se presentó en más de una docena de países. Trece años después de la extinción de la URSS él aterrizó en Yucatán, donde bebió agua de pozo. Fue uno de los fundadores de la actual Orquesta Sinfónica de Yucatán, hace 21 años.
Stanislav falleció el martes 18 en Mérida, a la edad de 58 años de edad, debido a enfermedad que lo aquejaba. Su viuda es la destacada chelista y también pianista Nadezda Golubeva, una bella rusa con la cual formó parte de orquestas y ensambles y que le dio dos hijos, Olga y Alosha.

Además de trabajar en la OSY, Stanislav fue docente, formó a niños y jóvenes en la Universidad de la Artes de Yucatán y en proyectos que derivaron en la Orquesta Sinfónica infantil y la Banda Juvenil.
Este ruso solemne y sonriente fue también parte de la Orquesta de Cámara de Mérida y de los grupos Ars Musicum Mérida y Mérida Chamber Ensemble. En ellos, junto con otros maestros extranjeros, cosechó tanto indiferencias como aplausos entre el variado público yucateco.
Yo tuve la suerte de saludarlo en un evento con sillas casi vacías en el centro de convenciones. Me pareció que un mudo era más expresivo que él, pero sus compañeros lo describen como hombre de buen humor. Creo que Stas, como le dicen colegas y amigos, prefería que su instrumento de voz grave fuera quien hablara.
Siempre me pregunté cómo Stas y otros músicos rusos provenientes del montañoso ártico soviético se adaptaron a este comal yucateco donde se refugia el Sol. Ellos dejaron el país más grande del mundo para instalarse en este pedazo de suelo donde apenas caben una hamaca y el viento tropical que agita el parasol de nuestra selva.
Yucatán es más pequeño que cualquier rinconcito de alguna de las 21 repúblicas, 6 territorios y 48 regiones rusas repartidas en 11 usos horarios. Esa nación es tan grande que cuando en Moscú se despiertan, en el extremo Oriente ya es hora de dormir.
Rusia es bañado por doce mares. Aquí tenemos doce lunas cuya plata baña nuestro único mar. Quizá esto es parte de lo que gustaba a Stanislav, quien tal vez extrañaba los innumerables ríos de su tierra pues para encontrar esas aguas en Yucatán tenía que sumergirse en nuestros cenotes, con la sabrosa diferencia que estas invitan a permanecer en ellas, mientras que en aquella nación el frío sólo permite un remojón.
Este músico vestía guayabera y se adaptó a nuestra gastronomía de cerveza, panuchos, chaya y chile habanero, un contraste con el caviar negro y el tibio vodka rusos. Stas y Nadezda vencieron otros contrastes locales. Cuando nosotros nos aprestamos a celebrar la rosca de reyes, ellos festejan la Navidad ortodoxa. El 9 de mayo es para los rusos el Día de la Victoria, y para nosotros es víspera serenatera del Día de la Madre.
¿Cómo habrá sido el arribo de Stanislav a este Mayab misterioso donde la guitarra cabe varias veces en el contrabajo que él cargaba? ¿Su bagage de Stravinsky, Chaikovskiy y Rakhmáninov se incomodó con nuestra humilde trova yucateca? ¿Los refinados giros de Pávlova, Nuréyev Baryshnikov se irritaron con los hipiles lanzando colores al son de timbales y rascabuche? Nada de eso, Stanislav se encariñó con nuestra cultura, la admiraba, se hizo yucateco y promotor de la música vernácula.
Eso aumentó el dolor por su partida. La OSY perdió a su contrabajo principal pero Yucatán se quedó sin su amigo ruso.
Stav dejó aquí su contrabajo, ese gigante instrumento donde caben su enorme Rusia, sus ejecuciones, su nostalgia, sus triunfos...Es como una matrioshka, esas muñecas rusas que sorprenden al contener en su interior otras muñecas cada vez más pequeñas.
En las partituras el silencio no es molécula muerta sino importante elemento del pentagrama para construir catedrales musicales. Ese es el tipo de silencio que nos heredó el yucateco Stas.

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